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Uno de los nexos de unión de nuestra fiesta es, sin duda, el uso de la indumentaria  tradicional valenciana. Si hablamos de indumentaria tradicional valenciana, a todos nos viene una imagen a la cabeza: la de los tejidos. Algodones, paños, terciopelos, rayones… y, sedas. Sobre todo, las sedas. Y es que, Valencia es seda, y seda es Valencia.  
Los precedentes de la sedería valenciana se encuentran en las manufacturas musulmanas, pero fue en el período de la reconquista de Jaime I cuando  se potenció y extendió esta industria. Los Fueros de Valencia marcarían un antes y un después para la industria sedera, ya que, como consta en ellos, se protegió a los artesanos y se reguló su curso y desarrollo.
 
El Gremio de Velluters, que había sido creado en 1474, con San Jerónimo como Patrón, adquirió un carácter de Corporación de Derecho Público en el siglo XVI cuando Fernando el Católico aprobó sus ordenanzas. En el Siglo XVII, la producción sedera  se vio afectada tras la expulsión de los moriscos,  ya que estos eran la mano de obra experta. Pero más tarde, con la  decadencia de los centros de Toledo y Sevilla, Valencia volvió a recuperar la actividad que llevaría al esplendor del siglo XVIII, gracias en parte a la Revolución Industrial. Además, la llegada de los Borbones, hizo que se implantara en España la ostentación de la Corte de Versalles, y  la seda experimentó un gran auge en todo el país, pero Valencia, gracias a la tradición existente y la solidez y prestigio de su Gremio, se convirtió en el principal productor de La Corte y, también,  en el centro más importante de exportaciones, sobre todo para el mercado de Las Indias. La Iglesia también jugó un papel muy importante en el desarrollo de la sedería, ya que pronto pasó  a ser el principal demandante de los productos de mayor calidad, y en Valencia comenzaron a tejerse los tejidos con los que posteriormente se confeccionaban las lujosas casullas, dalmáticas y demás ornamentos litúrgicos.
 
En este ambiente de esplendor comenzó su actividad  Mariano Garín, matriculándose como aprendiz en el Colegio del Arte Mayor de la Seda el 21 de Abril de 1748, llegando a obtener el grado de maestro en 1764 y fundando su primer taller de tejidos de seda con el nombre de Mariano Garín en 1820. Hacia mediados de siglo, contaba con tres telares en propiedad, y en menos de treinta años alcanzaron los 24 junto a una veintena de telares mecanizados Jacquard. Uno de los encargos más importantes de esta primera etapa vino en 1846, el tejido con el que se confeccionó una de las más ricas capas pluviales de Pío IX.
 
En 1889, la Fábrica pasó a llamarse “Hijos de Mariano Garín”, y un año después fue nombrada «Socio Honorario de la Sociedad Obrera del Arte Mayor de la Seda». Y a finales de siglo tenía sucursales en varias ciudades de España. Durante esta época continuó recibiendo encargos de distintos colectivos religiosos. Estas piezas, se pueden encontrar actualmente en los Museos Catedralicios y conventos de toda España, destacando las piezas de esta procedencia que se conservan en algunos lugares como el Real Colegio del Patriarca de Valencia o la Catedral de Sevilla.  
Los siglos XIX y XX fueron años de duro trabajo, pero también de grandes satisfacciones, ya que Garín recibió premios de diversas Organizaciones, no solo a nivel local o nacional, también muchos otros de carácter internacional, como fueron las medallas de Cobre y Oro recibidas en las Exposiciones Universales de París y Londres en 1872 y 1908.
 
Conforme fue avanzando el siglo XX, el negocio se amplió hacia otros sectores más comerciales, como el de las tapicerías, pero conservó la producción artesanal de brocados y espolines en talleres manuales. Durante el periodo de la Guerra Civil la producción se tuvo que destinar a la confección de los tejidos para los uniformes para el Ejército, y la seda se utilizó para elaborar los paracaídas de la aviación. Tras este paréntesis, Garín retomó su actividad tradicional continuando hasta nuestros días.
Entre los trabajos más recientes de Garín,  destacan importantes encargos civiles para la restauración del Palacio Real de Madrid o del despacho del Presidente del Senado. También se hallan documentados encargos para la Casa de S.M. el Rey, así como para el Teatro Bolshoi de Moscú o el Palacio Verlag Von Ernst Wasmuth de Berlín.
 
Pero para los valencianos y, sobretodo, para los falleros, Garín es mucho más que eso. Es uno de los referentes en nuestra indumentaria tradicional. El tejido estrella con el que se elaboran nuestros trajes de valenciana y valenciano,  es la seda, y muchos de ellos llevan el sello “Garín”.
La exquisitez de los tejidos de Garín, hace que sean los elegidos por muchos falleros y falleras para la confección de las telas de sus mejores galas. En la actualidad, aún conservan los telares del siglo XVIII donde continúan tejiendo, sin ningún tipo de mecanización. Telares manuales que crean auténticos sueños de seda.  Su joya más preciada, el espolín.
Este año, Garín es el encargado de tejer el espolín de la Fallera Mayor Infantil de Valencia, posiblemente uno de los escaparates más importantes que en la actualidad puede tener cualquier sedería artesanal. Porque si hoy por hoy esta industria sigue viva es, únicamente, gracias a nuestra fiesta, en la que la indumentaria es una de las principales protagonistas. Pero… qué es exactamente un espolín?
 
Aunque comúnmente se denomine “espolín” al tejido, técnicamente hablando, el espolín es la lanzadera con la que se tejen los motivos florales que se mezclan y entretejen en las telas. El proceso es completamente artesanal, de ahí la complejidad de la creación y el tiempo de dedicación que conlleva. Una jornada de 8 horas de trabajo se traduce en unos 25 centímetros de tejido (x54 de ancho). Sí tenemos en cuenta que para la confección de un traje se necesitan entre 12 y 13 metros, podemos observar las horas de trabajo necesarias para su creación.
Al ser artesanales, el tejido del espolín permite la elección individual de los colores de cada flor o motivo,  por lo que, aunque el dibujo sea simétrico, se puede tejer cada flor de un color diferente. De esta forma, cada espolín es único, porque aunque los dibujos se repitan, el resultado siempre es distinto.
 
En el caso del modelo Fallera Mayor Infantil de Valencia, diseñado por Rafael Catalá en el año 2000, el cartonaje (patrón que dirige el tejedor) es propiedad del Ayuntamiento de Valencia y solo puede ser utilizado por las Falleras Mayores Infantiles de Valencia. Se trata de un diseño de estilo palaciego. El dibujo está compuesto por un ramo central asimétrico envuelto por una guirnalda simétrica al igual que todos los demás detalles.
Nuestra Fallera Mayor Infantil de Valencia, Sofía Soler, acudió a la Fabrica Garín, situada  en Moncada, pocos días después de recibir la llamada del Alcalde, para elegir el color de la seda del tejido así como el de todos los hilos que componen los motivos florales del diseño. Sin duda, uno de los secretos mejor guardados del mundo fallero, que veremos desvelado el día 30 de enero, en su Exaltación, y en el que, sin duda, todas y cada una de las horas de trabajo invertidas en él, cobrarán sentido en forma de joya hecha en seda.