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Es tras el descanso cuando el espectáculo alcanza uno de sus momentos más poéticos y etéreos con la llegada del segundo acto. Este está centrado en el aire, donde las nereidas se metamorfosean en espíritus del viento.

En esta fase, las criaturas simbolizan la libertad y la ligereza, danzando entre nubes y cielos abiertos. La puesta en escena busca evocar la sensación de volar, con movimientos suaves y gráciles que capturan la esencia del viento, haciendo sentir a los espectadores como si estuvieran flotando con las nereides.

Este acto ha sido un verdadero deleite visual y sensorial, cautivando al público con su delicadeza y belleza, y sumergiendo a todos en un ambiente onírico y místico. El mejor preámbulo para el desfile de las candidatas infantiles.

Fotografías: Fotofilmax (JCF)