El Paseo de la Alameda se ha convertido en un río de clavellones amarillos y naranjas durante el acto que clausura la Gran Fira. Faltaban pocos minutos para que diera comienzo la batalla de flores y los más de 500 palcos que ofrece el Ayuntamiento de València estaban prácticamente al completo. Más de dos millones de clavellones aguardaban en ellos a todos los asistentes que se habían hecho con su palco.
Celebrada por primera vez en 1891, en la actualidad, la batalla de flores se erige como uno de los actos más multitudinarios de la Fira de Juliol. El desfile se inicia con la Policía Municipal, seguida de la cabalgata valenciana, en la que los asistentes pudieron observar a los participates ataviados con la indumentaria tradicional valenciana, al mismo tiempo que sonaban instrumentos musicales tan característicos como la dolçaina y el tabalet. A continuación, desfilaron los coches ligeros y las carrozas, en las que viajaban falleras mayores de diversos sectores, las candidatas preseleccionadas, las Cortes de Honor del 2017, así como las Falleras Mayores de dicho año y, por descontado, las máximas representantes de 2018, Rocío Gil y Daniela Gómez, acompañadas por sus respectivas Cortes de Honor.
Tras un primer desfile, que ejerció de preludio a la batalla de flores y que permitió al jurado valorar las carrozas y los coches ligeros, tuvo lugar un segundo pase, durante el que se realizó la entrega de premios. Y, finalmente, a la tercera fue la vencida. Segundos después de que sonara el disparo de la carcasa, varios clavellones ya surcaban el cielo valenciano. Centenares de falleras se refugiaron detrás de sus ornamentadas raquetas, que también les permitieron devolver algún que otro clavellón a los asistentes. Entre ellas, se encontraban las futuras Falleras Mayores de València, que al año que viene volverán a repetir la experiencia.
La segunda y última carcasa alertó del final oficial de la batalla, que después continuó a un alcance mucho menor entre aquellos que no quisieron perder la oportunidad de fotografiarse junto al manto de flores tan singular que únicamente cubre el suelo de València una vez al año.
Fotografías: Armando Romero
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